miércoles, 24 de diciembre de 2008

Versos antifavoritos totales


--Sí --dije al principito--; ya se trate de la casa, de las estrellas o del desierto, lo que los embellece es invisible.
(Antoine de Saint-Exupéry)


La verdad es que este enunciado siempre me pareció de pésima onda. Decir que lo que embellece a algo es invisible es mostrar un desprecio atroz por el cuerpo de ese algo. Es decir que la belleza no está en lo visible, que es, justamente, el cuerpo, siempre. El cuerpo de una casa de una estrella del desierto o de una persona, da igual.
Pero más allá de eso que en ultimísima instancia y si alguien quiere podríamos considerarlo una cuestión de gustos, creo que el problema mayor es que contribuye a mantener ciertas oposiciones atrasadoras que ya hemos discutido varias veces aquí; en este caso la oposición que se estaría proponiendo es la de visible-despreciable/invisible-bello. Desde este espacio proponemos resolver estas oposiciones --que operan en la vida cotidiana mucho más frecuentemente de lo que quizás notamos-- disolviéndolas a partir de lo absurdo de su construcción.
O sea. Esta oposición no es útil ni necesaria. No se puede establecer una relación con algo (también podríamos decir 'domesticar' para mantenernos dentro del lenguaje que propone el texto) como una casa o una estrella o un desierto o lo que sea sin relacionarse de alguna manera con su materialidad (la cual, por otra parte, es su verdad más última).

Se nos podría objetar que toda relación con lo otro es imaginaria y por lo tanto invisible y que quizás lo que se está proponiendo en el texto es que lo que embellece a una identidad no proviene de la identidad en sí sino de la relación imaginaria que uno como sujeto pueda tener con ella luego de haber realizado el proceso cognitivo correspondiente. Bueno, sea; pero quizás esto nos ponga al borde de una nueva oposición: real/imaginario, siendo el cuerpo-objeto lo real y la belleza lo imaginario. La respuesta a esto es la misma que dimos arriba: lo real y lo imaginario no existen uno sin el otro. Al igual que el pensamiento y el sentimiento, lo masculino y lo femenino, se retroalimentan y se dan existencia entre sí. Me parece que lo que hay que hacer frente a estas estructuras de pensamiento no es elegir en qué lado de la vereda se va a parar uno, qué término reivindicar y cuál despreciar, sino más bien pensar que esos dos términos artificialmente opuestos mantienen un diálogo tan intenso que finalmente acaba produciendo un efecto bola de nieve en el cual todo se conecta con todo y los límites y las propiedades se desdibujan.

Basta de ser los perros rastreadores de las esencias, ellas no existen, hay que aceptar el quilombo como un todo y trabajar a partir de eso.



.d

2 comentarios:

Fede / Billie dijo...

Te banco. Dice mi filósofo esloveno favorito (por supuesto, el único filósofo esloveno que conozco):

“...pero la elección entre las píldoras azul y roja no es realmente una elección entre ilusión y realidad. Por supuesto que la Matrix es una máquina para ficciones, pero esas son ficciones que ya estructuran nuestra realidad: si vos le quitás a nuestra realidad esas ficciones simbólicas que la regulan, también perdés la realidad misma. ¡Quiero una tercera píldora!
¿Entonces qué es esa tercera píldora? Definitivamente no es una clase de píldora trascendental la cual permite una 'falsa experiencia religiosa fast food', sino una pastilla que me permita percibir no la realidad detrás de la ilusión sino la realidad dentro de la ilusión misma”.

Anónimo dijo...

"Considera, entonces," -dijo Sócrates-, "si en lo que viene a continuación de esto compartes mi opinión. A mi me parece que, si existe otra cosa bella aparte de lo bello en sí, no es bella por ninguna otra causa sino por el hecho de que participa de eso que hemos dicho que es bello en sí. Y lo mismo digo de todo. [...] Así, pues, si alguien me dice que una cosa cualquiera es bella, bien por su brillante color, o por su forma, o cualquier otro motivo de esta índole -mando a paseo a los demás, pues me embrollo en todos ellos-, tengo en mi mismo esta simple, sencilla y quizás ingenua convicción de que no la hace bella otra cosa que la presencia o participación de aquella belleza en sí, la tenga por donde sea y del modo que sea. Esto ya no insisto en afirmarlo; sí, en cambio, que es por la belleza por lo que todas las cosas bellas son bellas. Pues esto me parece lo más seguro para responder, tanto para mi como para cualquier otro, y pienso que, ateniéndome a ello, jamás habré de caer, que seguro es de responder para mi y para otro cualquiera que por la belleza las cosas bellas son bellas. ¿No te lo parece también a ti?"