Juan Carlos en Tres Cruces
Tres Cruces a las 4 de la mañana, con sus locos, sus visitantes de paso –la gran mayoría de estos pretenden que los intentos de conciliar el ansiado sueño se concreten en las poses acrobáticas, sin perder la moral y las buenas costumbres auspiciado por los amables guardiasquitasueño de Prosegur, b. y el dandy lo logran airadamente-, sus trabajadores, su McDonalds y su procesador de carne abierto las 24hs, sus lumpenes. Pero algo le llama la atención al que suscribe, un personaje más que extraño. Supongamos que se llamaba Juan Carlos, un buen nombre para alguien con el poder de pasar completamente desapercibido.
Ningún rasgo sobresaliente, cincuentón elegante sport disfruta cada cebada como si fuera la última. Digno de una persona familiarizada en el arte de la yerba mate. Sus manos se posan temblequeando el mate. Denotan los primero síntomas de la entrada en años.
Observa el lento flujo de pasajeros y familiares por la madrugada Terminal. Nada le llama mucho la atención, salvo alguna mujer que recibe soslayadamente, tímidamente, la pose de los ojos de nuestro amigo Juan Carlos. Un tipo de este porte no es de extrañar que sepa qué le llama la atención y qué no en las situaciones generadas dentro de la terminal montevideana.
La aguja roza las 5. El famoso y conocido altoparlante denuncia arribos, idas y venidas, que la buscan a Angélica Gutiérrez y cosas por el estilo.
Las 7 pasadas. Sesuda hora elegida por Juan Carlos para emprender la fuga. Por el espejo que nos aísla del afuera se lo ve a nuestro héroe como cualquier otro mortal, esperando pacientemente en la fila Taxi, su siguiente aventura le espera.
k.
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