Esta eraYo decía, un día, en un viaje relámpago, rodeado de mis queridos afectos, que la música electrónica, sobre todo, o, al menos, aquella que llaman
trance, tenía cierto efecto parecido al de, algunas, no todas, las consonantes, en el sentido que sigue.
Si uno pronuncia muy atentamente y en cámara lenta una consonante como la b o la p o la t notará que hay todo un recorrido
ascendente de los músculos de la cara y la boca que va generando una cierta tensión. Luego esta tensión tiene un momento de esplendor y de brillo máximos que es cuando la consonante estalla y se produce efectivamente el sonido que conocemos como b o etc. Lo que sigue es otro proceso que sí como el primero pero no como el segundo de hecho sería infinitamente más adecuado decir que lo segundo no es un proceso en absoluto --sino justamente lo contrario: un instante-- es medible y tiene una extensión temporal perceptible, y consiste en la extinción paulatina de ese estallido, su enfriamiento. Es decir que la potencia máxima de la consonante reside en ese instante intermedio, inabarcable, imposible de retener, entre la tensión de su ostensible preparación y la distensión de su liberación.
En la música electrónica sucede algo parecido. A través de ciertos recursos y mecanismos empieza a contruir desde el cero absoluto una cierta tensión que va creciendo, creciendo, creciendo, creciendocreciendocreciendocreciendo, hasta que el intérprete (pido una licencia para el uso de este término en este contexto; la llamada electrónica pone en jaque muchísimos conceptos pertenecientes por siglos al campo semántico de la música, entre ellos, el de intérprete) considera que es
el momento, y entonces se produce esa explosión silenciosa, invisible y subterránea que no tiene tiempo y es seguida instantáneamente por aquél último momento, el del alivio. Este proceso de alivio concluye cuando termina de
construirse la relajación que conforma el estado inicial.
(Grafica un poco mi exposición el típico gesto fiestero consistente en una audiencia levantando sus brazos y alzándolos al cielo estirándolos con todas sus fuerzas, estirando hasta sus dedos, sus uñitas, tratando de alcanzar algo que no va a poder ser alcanzado ni tomado nunca puesto que no tiene cuerpo, que suele verse en el primero de estos tres momentos que describo.)
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