Pequeñas y humildes aproximaciones a la plástica
Pensando Kandinsky
Una obra que se inscribe a sí misma dentro de eso que ha dado en llamarse la abstracción tiene, al menos, estas dos potencias. Por un lado su valor positivo y efectivo como obra absoluta, autónoma y autosuficiente. Y por otro, el gesto violento que significa proponer la abstracción como tema luego de cuatrocientos y pico de años de historia de arte figurativo; lo cual, además de reivindicar el valor positivo de lo abstracto y transportar a un universo completamente nuevo y distinto todos los elementos pictóricos, instala la necesidad de emergencia de una nueva teoría del contenido (si es que tal escisión no está ya demodé) y el fin de la era de la representación. Muy siglo XX.
Ahora bien, del lado de la crítica, no debe caerse en el error de abordar las --permiso-- obras abstractas por un carril o por otro como si fueran independientes, ni siquiera como si fueran dos caras de la misma moneda. Tal operación signficiaría divorciar en el discurso crítico, extrapictórico, estos dos flujos de sentido cuya fusión es justamente uno de los más grandes méritos de la abstracción como corriente estética.
(Ponele...)
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